lunes, 16 de febrero de 2009

Argumento


Lady Macbeth ex-citada juega sola mientras su señor, Macbeth, guerrea. Juega a la niña, a la madre, y a la reina. La sola idea de la fusión con su esposo la hace delirar; la amenaza de su imposibilidad, la enferma. Ella es la esclava de un amor absoluto a un “gran Otro” que no existe pero que suele presentársele como Dios, su padre, el rey, o su esposo. Tal es la pesadilla de Lady Macbeth: ser devorada por el goce de un gran Otro. Ella ni siquiera tiene nombre propio pero hace suyo el nombre de su esposo y termina haciendo suyo, también, su deseo. La señora se trasviste de hombre, se engendra a sí misma, y se hace reina “con poder de rey”. Pero no puede hablar en nombre propio entonces no le queda más que transmitir el mensaje del gran Otro, cuya ley es: poder es poder tener a otro para devorarlo. Pero un desperfecto en su decir, una voz incontrolable que se filtra, la hace fracasar en el triunfo de su coronación. Lady Macbeth esta maldita por “un capricho de la culpa”: la mancha imborrable del crimen no cesa de aparecer, y enloquece. Pero qué culpa. ¿La de los crímenes de Macbeth que mata hijos porque no puede engendrarlos y se confiesa culpable ante su esposa porque no puede amarla? ¿O la culpa del deseo de ser mujer y gozar como tal? Lady Macbeth mal-dice ser mujer porque no quiere perder. Pero serán mujeres, las brujas de Macbeth – “imperfectos parlantes que no dicen todo”- las que conducirán a la reina a la castración tan temida y resistida: la muerte. Pero su enajenación es tal que aún en el acto del suicidio invoca al gran Otro del poder: “Mi Macbeth… ¿vivirá?


Silvio Lang

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